Llamé con los nudillos. Una
voz seca y femenina contestó desde el otro lado de la puerta. Adelante.
Sus mails resultaban tan
masculinos que nunca hubiera imaginado que fuera una mujer. Abrí despacio y
allí la encontré. Rondaba los cincuenta.
Vestía con una camisa de rayas y manga farol que parecía de otra época.
Su maquillaje exagerado resaltaba sus facciones duras sus pómulos marcados su
mandíbula robusta.
Estaba detrás de una mesa de
nogal que ocupaba casi todo el despacho. Hacía cuentas con una calculadora antigua . Olía a rancio. No
levantó la mirada. Durante un rato ignoró mi presencia.
Su color de pelo recordaba a
la paja. Media melena peinada con muy poca gracia caía sobre su cara. Su piel
era blanca con rosetones en los carrillos que recordaban a la rosácea. Sus párpados parecían hinchados.
Te estaba esperando. Por fin
levantó la vista por encima de sus gafas. Unas monturas de color rojo
resaltaban sus ojos azules. Tenía una mirada tan fría que hizo
que sintiera una escalofrío por la espalda. Esos ojos no tenían corazón.Siéntate. Me imperó dejando
esbozar una cínica sonrisa.
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