Las campanas de la iglesia marcaron las doce. Lucía un sol radiante
después de dos semanas sin parar de llover. Luisa , sentada en un banco de la
plaza , daba de comer a las palomas .
Sus manos arrugadas, estaban cortadas por el frío.
Mientras, Martí, paseaba a su perro por las
ramblas. Decidió adoptar a un cachorro tras la muerte de su mujer. La soledad
se le hizo insoportable y pensó que cuidar a un animal, podría darle un poco
de calma.
Luisa y Martí, estaban a punto de conocerse. Rubén, el nieto de
Luisa, había preparado una cita para ellos. Martí, había sido profesor de
filosofía del muchacho durante los
años de universidad. Aún habiendo acabado la carrera, seguían encontrándose
cada martes en la casa del profesor. Martí siempre le recibía con ilusión,
filosofaban de la vida y merendaban.
Una tarde, mientras que hablaban sobre la valentía, a Martí se le
ocurrió hablarle de su abuela.
—Cuando era joven, se plantó delante de unos fachas y levantó el puño—dijo
Rubén orgulloso de Luisa. —fue un impulso, estaba tan cabreada con todo lo que
estaba sucediendo que ni si quiera lo pensó.
—Podrían haberla dado una paliza.
—Si, podrían ... pero no se la dieron. Al parecer, uno de ellos se
la quedó mirando y ella le devolvió la mirada. No se dijeron nada. La policía
vino rápido y la apartó.
A Martí le conmovió la historia y Rubén, se dio cuenta de ello. A partir de ese día, Rubén aprovechaba
cualquier encuentro con su abuela para hablarle de Martí y viceversa. Hasta que un día Luisa, quiso
conocerlo. A lo que Martí, aceptó conteniendo su emoción.
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