Lucía empezó a
hacer pucheros cuándo su profesora de danza le dijo que era preciosa. No podía
creer que alguien parara la clase para dirigirse a ella de esa manera.
Generalmente se sentía pequeña, he incluso en más de una ocasión, había pedido
perdón por existir. No sabía de donde salía esa necesidad de sentirse querida y
reconocida. Quizá en una vida pasada, había sido Marilyn Monroe y por eso, ese
afán de reconocimiento. La palabra preciosa,
cayó en su entendimiento, como una bomba atómica e hizo que todo su cuerpo se
estremeciera. Le costó la vida no romper a llorar delante de toda la clase.
Al salir del
colegio, su abuelo la estaba esperando. Lucía se tiró a sus brazos como si
no hubiera un mañana. El hombre se quedó petrificado mirando a su pequeña
nieta. Le costo reaccionar al abrazo de la niña. Finalmente, la recogió en sus
brazos sin mediar palabra, no entendía muy bien lo que pasaba, simplemente se
dejó apretar por la fuerza de sus pequeños brazos.
Abuelo y nieta
caminaron en silencio hasta su casa. Lucía, de vez en cuando, apuraba los
pasos para mirarse en los vidrios de los escaparates.
- PRECIOSA - se repetía
ante su imagen conteniendo , de nuevo , las lágrimas.
Lucía era la
menor de tres hermanos. Sus padres siempre le decían que fueron a buscarla,
pero ella tenía la extraña sensación de que no fué así. No se equivocaba, un
día hablando con su madre, se le escapó. Antes de que ella naciera, había
tenido la pérdida de un hijo. La pena de sus madre, fué lo que les hizo ir a
por Lucía. Ella, había venido al mundo para curar la herida de sus padres,
había venido al mundo sustituyendo a un hermano que nunca nació.
¡Precioso!
ResponderEliminarJosé