Comienzo el camino despacio, parándome en cada detalle, cada hojita, cada arbolito, cada lucecita, piedrita ... él, abre el camino. Llegamos al final y bebemos de la fuente. Me aprieta las zapatillas y ahora sí, guío yo, dejándome llevar por su ritmo. Bajamos de la mano. No hay una historia única, así de fácil. No hay más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario